Soñar Que Eres Infiel Con Alguien Desconocido?

Soñar Que Eres Infiel Con Alguien Desconocido
Qué significa soñar con ser infiel y ser descubierto – Soñar que engañas a tu pareja y te descubren significa, básicamente, una señal fuerte de inseguridad personal, Temes que sepan cómo eres en realidad por el temor a que te juzguen, Debes saber que tus temores van a disminuir a medida que puedas enfrentarlos.

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¿Qué significa soñar que estás engañando a tu pareja?

Distanciamiento – ¿Te has distanciado con tu pareja recientemente? ¿Sientes que ya no tenéis la misma química que antes? ¿Se ha acabado la pasión? ¿Hay problemas de comunicación entre vosotros? ¿ Habéis discutido ? Soñar que engañas a tu pareja puede estar relacionado con un distanciamiento sexual o amoroso de la pareja.

  1. O bien tienes ganas de retomar la pasión, o necesitas más muestras de cariño, o hay algo de lo que desconfías y no te hace sentir del todo bien y esta es la manera de tu subsconciente de decírtelo.
  2. Habla con tu pareja, prepara citas especiales, sube la intensidad en tus relaciones (aquí tienes algunas posturas que te gustará probar).

¡e intenta solucionarlo!

¿Qué significa soñar con ser infiel con alguien conocido?

La infidelidad y la amistad en tus sueños – Una noche te ves en un con un amigo, en unas escenas de lo más eróticas y en ningún momento aparece tu pareja. Estás siendo infiel con un amigo, pero tranquila, porque no es premonitorio ni lo tienes que llevar a la práctica.

  1. El de este sueño habla de un conflicto interior que provoca tu dedicación al amor y a la amistad.
  2. La mayoría de las veces este sueño viene motivado porque estás descuidando algún aspecto de tu vida.
  3. Tal vez estás muy centrada en y te estás olvidando un poco de cuidar tu relación de pareja o tal vez estés demasiado dependiente de y tengas descuidados a tus amigos.

Es tu turno para analizar tu propio contexto. Este sueño en el que no tiene por qué ser una de esas que quieres llevar a la práctica. Son otros los sueños que tienes que cumplir, aunque puede que estés soñando esto porque en verdad estás confundida sobre los sentimientos que te produce tu amigo.

  • La pregunta es obligada.
  • ¿Te estás enamorando de ? La respuesta la tienes tú, pero el sueño no se interpreta como tal, sino como que admiras ciertas características de tu amigo, algunos rasgos que echas de menos en tu pareja.
  • Recuerda que las comparaciones no son buenas consejeras.
  • Puedes leer más artículos similares a Soñar con ser infiel con un amigo: entre el amor y la amistad, en la categoría de en Diario Femenino.

Publicado: 20 de mayo de 2016 Actualizado: 24 de agosto de 2018 : Soñar con ser infiel con un amigo: entre el amor y la amistad

¿Cuál es el significado de engañar?

Tr. Hacer creer a alguien que algo falso es verdadero.

¿Qué significa soñar con besar a un hombre desconocido?

Los sueños son la actividad de la mente mientras dormimos, Pero, ¿Los sueños tienen significado en la vida real? ¿Tienen que ver con la realidad? Muchos de los sueños que tenemos tienen un reflejo y conexión con la realidad de nuestra vida, es decir, son una respuesta al camino realizado.

  • Por lo anterior en muchos de tus sueños hay un reflejo de tu propia historia, a veces, marcada por el surrealismo de la propia ensoñación cuya lógica no siempre se rige por la coherencia de los criterios de realidad.
  • En esta ocasión te diremos el significado de soñar que besas a otra persona que no es tu pareja,

Leer más: Recupera algo de vida con una taza de té de rosa mosqueta, manzanilla y jengibre Soñar que estás besando a alguien que no es tu pareja tiene diferentes significados y el más preocupante pues tiene que ver con aventuras o relaciones amorosas con personas que tienen compromiso o que tendrás parejas clandestinas.

Soñar que besas a alguien que no es tu novio o esposo tiene que ver con las ganas que tienes de que en tu relación haya más pasión, más sorpresa y sobre todo mayor conexión. Soñar con besar a un hombre nos puede generar todo tipo de dudas porque si es alguien que no es nuestra pareja, es muy extraño y si es un desconocido, no sa hasta miedo.

El significado de soñar que besas a alguien que no es tu pareja también podría tratarse de buenas noticias ya que en este tipo de sueños, en algunas ocasiones estaría ligados a la felicidad y las oportunidades. Leer más: Estos son los cinco mejores alimentos para comer cuando tienes un resfriado También puede ser que signifique que viene algún ascenso en tu trabajo o la señal que había estado esperando para iniciar un proyecto que tenías en mente y al que no le habías prestado atención.50 parejas de enarmorados participan en boda colectiva en Tlaquepaque Sandra Audelo se graduó de la carrera en Ciencias de la Comunicación, por la Universidad de Occidente.

¿Qué significa soñar con alguien que no conoces y que te gusta?

Desde mi punto de vista, simboliza el deseo o la curiosidad de conocerle. Posiblemente porque te recuerde a alguien importante para ti o simplemente por el mero echo de que te llame la atención. Depende en qué circunstancias se desarrolla el sueño.

¿Cuál es la diferencia entre la mentira y el engaño?

I. Preámbulo En ocasiones es muy útil para fines filosóficos tratar de correlacionar las expresiones de nuestros juegos de lenguaje con las acciones naturales o espontáneas que se vinculan con ellos. De lo que se trata es de determinar qué clase de reacciones y qué líneas de conducta pre-lingüística subyacen a dichos juegos de lenguaje.

Es evidente, pienso, que esta clase de exploración no es practicable con, por ejemplo, juegos de lenguaje teóricos. La razón es obvia: no hay ninguna conducta peculiar conectada con, por ejemplo, el lenguaje sobre átomos, el simbolismo de ecuaciones diferenciales o el discurso sobre la formación de galaxias.

No es este el caso, sin embargo, de otras conductas, como engañar y esto no parece ser muy difícil de mostrar. Tomemos por caso la cacería. Una leona, verbigracia, al acechar a su presa está tratando de confundirla, de engañarla, ocultándose mientras se aproxima, por ejemplo.

  • Y por su parte la presa hace exactamente lo mismo: trata de confundirse con la vegetación o con otros miembros de su especie, es decir, de hacer caer en el error a su enemigo mortal.
  • En casos así hasta podríamos querer describir las situaciones diciendo que tanto predador como presa se ocultan mutuamente información.

El lenguaje, como L. Wittgenstein lo enseñó y lo dejó en claro, por ejemplo, en el caso del lenguaje psicológico, es una prolongación y un refinamiento de conductas y acciones espontáneas o naturales. Deseo sostener que ese también es precisamente el caso de otro grupo de nociones que forman una especie de familia.

Me refiero a la familia de nociones emparentadas con “mentir”. Obviamente, los juegos de lenguaje correspondientes dan lugar o permiten líneas de conducta mucho más sofisticadas y sutiles que las correspondientes conductas pre-lingüísticas. Por ejemplo, los hablantes aprenden a chantajear, a amenazar, a blofear, a engatusar, a desorientar y así sucesivamente, esto es, a desplegar conductas que obviamente no vamos a encontrar en el reino de los seres que no disponen de un lenguaje suficientemente articulado o desarrollado.

Un niño chiquito, en cambio, muy rápidamente aprende a condicionar a sus padres mediante su llanto, al grado de que puede obligarlos a que sistemáticamente lo carguen, inclusive si nada malo le pasa. Como era de esperarse, los hablantes participan en ciertas formas de vida para lo cual es indispensable que sean usuarios de juegos de lenguaje como los mencionados, esto es, los juegos de lenguaje del engaño, la desorientación, etc., y, sobre todo, del mentir.

Por lo pronto, me parece que de entrada, antes de propiamente hablando discutir el tema, podemos apuntar a un resultado que, como veremos, se contrapone a lo que sostienen muchos filósofos que se ocupan del tema de la mentira, a saber, que se puede mentir sin intención de engañar. Esto, aparte de sumamente contraintuitivo, choca con lo sugerido por nuestro ejemplo de la leona.

Si no me equivoco, lo que este sencillo ejemplo permite entrever es precisamente que engañar es más básico o elemental que mentir : una leona puede engañar mas no mentir, puesto que carece de un lenguaje suficientemente elaborado para ello. Yo pienso que ese resultado vale por igual para el lenguaje humano y si ello es así, entonces podemos estar seguros de que va a ser imposible demostrar que se puede mentir sin pretender engañar o, como gustan los filósofos de expresarse, sin tener la intención de engañar.

Si bien desde el punto de vista de su gestación o conformación, el concepto de mentir presupone que ya está en circulación el concepto de engañar, desde el punto de vista de los hablantes el verbo que se vuelve prominente es ‘mentir’. Esto, sin embargo, no es inexplicable. ‘Engañar’ apunta a conductas que pueden presuponer tanto un contexto lingüístico como uno meramente práctico y que pueden ser tanto simples como muy complicadas; ‘mentir’ en cambio es un verbo reservado para cierta clase de acciones que sólo seres lingüistizados pueden efectuar.

Sólo alguien que hable, que domine el lenguaje, es susceptible de mentir. Ahora bien, “mentir” forma parte de un grupo de conceptos que están entrelazados y que en ocasiones se sobreponen unos a otros. Esta situación puede generar confusiones no tanto para el hablante común, quien obviamente los usa y los aplica correctamente, pero sí en filosofía, puesto que entonces se pueden inventar situaciones en las que los usos paradigmáticos de las palabras relevantes se ven alterados y se propician así cambios desconcertantes en las significaciones de los términos que se estén empleando.

La labor de análisis conceptual se vuelve, pues, indispensable. En concordancia con ello, en este trabajo me propongo examinar tres conceptos íntimamente relacionados tratando de mostrar que no dan lugar ni a paradojas ni a situaciones incomprensibles o inexplicables. Las nociones de las que quiero ocuparme son las de mentira (y mentir), engaño (y engañar) y desorientación (y desorientar).

II. Mentira y engaño Es curioso el que, hasta donde logro ver, nadie haya reparado en el hecho de que la caracterización usual de la mentira es ab initio errada. En general, se define ‘mentira’ como sigue: alguien miente si y sólo si:

dice algo (emplea una oración ‘p’) el hablante cree que ‘p’ es falsa el hablante usa ‘p’ para engañar a su interlocutor. La premisa que en general se discute en la literatura es (c), porque dada la existencia de lo que en español podríamos llamar ‘mentiras descaradas’ ( bald-face lies ) la intención de engañar como elemento del mentir se vuelve un asunto de debate. En mi opinión esta idea es errónea y diré por qué más abajo, pero no es la cuestión que en este momento quisiera considerar. Lo que por ahora me propongo cuestionar es la formulación de la premisa (b), porque pienso que tal como se da está mal. Yo sostengo que no basta con que el hablante “crea” que lo que dice es falso. Se requiere una condición más fuerte y la única alternativa es la siguiente: b’) el hablante sabe que ‘p’ es falsa.

¿Cómo se puede hace ver que (b) es inadecuada? Una forma efectiva de lograrlo es simplemente mediante contra-ejemplos, mostrando que éstos se pueden fácilmente reproducir y, a partir de ello, generalizar nuestro punto de vista. Así, pues, daré un ejemplo que, como podrá fácilmente apreciarse, apunta en la dirección apropiada para establecer nuestro punto de vista.

Supongamos entonces que A y B son dos alumnos de una misma clase de historia y que están a punto de entrar a un examen. Imaginemos también que todo mundo sabe que para los exámenes el profesor pide fechas concretas concernientes a diversos sucesos y en clase se ha estado tratando el tema de la conquista de México.

Ahora bien, resulta que A es un alumno de no buenos sentimientos y no quiere que B obtenga una mejor calificación que él. Supongamos que antes de entrar al examen B le pregunta a A si recuerda la fecha de la caída de Tenochtitlán y A le responde, con la intención de engañarlo, que eso pasó en 1521.

  1. O sea, A afirma que p (donde ‘p’ = Tenochtitlán cayó en 1521), él cree que ‘p’ es falsa y usa esa oración con la intención de engañar a B, es decir, de inducirlo a que dé una respuesta equivocada.
  2. A, por consiguiente, está convencido de que le mintió a B,
  3. Para su desgracia, sin embargo, resulta que la fecha que él dio es la correcta y B saca una buena calificación, contrariamente a lo que A pretendía con lo que él creía que era información equivocada, i.e.

, su mentira. O sea, A genuinamente creía que p era falsa pero estaba en un error, es decir, lo que le dijo a B era verdad. Por lo tanto, él no le mintió a B, puesto que lo que le dijo no es falso, a pesar de que él creía lo contrario y, por consiguiente, de que lo estaba engañando.

Esto es así porque, salvo en casos especiales que habría que analizar, en general podemos sostener que no se miente cuando se enuncian proposiciones verdaderas o, dicho de manera más coloquial, no se puede mentir con la verdad, por más que uno crea que está mintiendo. Si lo que se dice es verdad, aunque el hablante esté totalmente convencido de que está mintiendo, entonces no está mintiendo.

Ciertamente, como veremos, se puede desorientar o inclusive engañar a alguien con la verdad, pero no mentirle. De ahí que una condición necesaria para poder hablar de mentira es que uno sepa que lo que afirma es falso, no nada más que lo crea. El otro debate interesante, y con mucho el más discutido, en relación con la naturaleza de la mentira y del mentir tiene que ver con el elemento subjetivo de la intención del hablante al mentir.

‘p’ es verdadera A cree que p, y A está justificado en creer que p,

Lo que Gettier pone en tela de juicio es (3) y ofrece en su famoso artículo un par de supuestos contra-ejemplos para mostrar que alguien puede cumplir con las condiciones enunciadas y, sin embargo, no saber que p, No voy a discutir el punto de vista de Gettier, dado que no es mi tema y que ya dije lo que tenía que decir al respecto en otro lugar.2 Aquí yo sólo quería señalar que hay un cierto paralelismo entre quienes cuestionan la premisa (3) de la definición clásica de ‘conocimiento’ y quienes cuestionan la condición (c) de la definición usual de ‘mentir’.

  • Mi posición es entonces que así como pienso que Gettier no demuestra lo que él cree demostrar y que sus contra-ejemplos a final de cuentas no son convincentes, también pienso que lo mismo sucede, mutatis mutandis, en el caso de la mentira.
  • Una vez hecha esta aclaración podemos ahora sí abordar nuestro tema.

Quienes cuestionan la idea de que mentir comporta la intención de engañar en general lo hacen a través de ejemplos e introducen la noción (ya mencionada) de mentira descarada. ¿Qué es una mentira descarada? Es simplemente una mentira que el oyente sabe que es mentira.

Del hecho de que el oyente sepa que el hablante está mintiendo y de que el hablante sepa que el oyente sabe que está mintiendo, parecería desprenderse la idea de que entonces el hablante no puede tener la intención de engañar al oyente, por la sencilla razón de que él sabe que el oyente ya sabe que no está diciendo la verdad.

¿Se dan casos así? Yo creo que sí, pero lo que no creo es que en general estén bien analizados por quienes piensan que podemos desligar conceptualmente la idea de mentir de la idea de tener la intención de engañar. Ejemplifiquemos esto con algún ejemplo conocido en la literatura sobre el tema.

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Supongamos que A ve que un peligroso delincuente, miembro de alguna asociación de gángsters, mata a una persona. A es citado a declarar pero, conociendo el carácter peligroso del sujeto y de su asociación se rehúsa a declarar que él lo vio matar a la persona en cuestión. Como la escena habría quedado grabada en un video, el juez, los miembros del jurado, el fiscal, etc., todos saben que el sujeto vio cuando se cometió el crimen pero saben también que, motivado por el miedo, cuando él niega haber visto que el delincuente mataba a la persona él está descaradamente mintiendo.

Todo mundo sabe por qué lo hace y él sabe que los demás saben que está mintiendo. En esas condiciones parecería seguirse que el sujeto no puede estar pretendiendo engañar a nadie con su mentira (“nunca vi que alguien matara a una persona”), puesto que todos están, por así decirlo, prevenidos: ya saben que miente.

  • A partir del momento en que él sabe que todos ellos saben que miente, entonces su intento de engaño automáticamente pierde sentido y queda bloqueado.
  • Su declaración sería una “mentira descarada”, esto es, una mentira inoperante.
  • Parecería entonces que en efecto “mentir descaradamente” cancela toda pretensión de engañar al (los) interlocutor(es) por parte del hablante.

Si ello es así, se habría entonces demostrado que efectivamente la condición (c) no entra en la definición de ‘mentira’. El ejemplo suena plausible. No obstante, yo creo que no tiene el carácter demostrativo que usualmente se le adscribe. Yo creo que la conclusión que mucha gente extrae de este y de otros ejemplos como este es completamente equivocada, dado que se funda en un mal análisis de la situación.

Por ejemplo: ¿es siquiera concebible que alguien jure ante un juez, en un tribunal, durante un juicio, no decir más que la verdad y únicamente la verdad para inmediatamente después decir algo que es palpablemente falso, algo que el juez sabe que es falso, cuando además el hablante sabe que el juez, los fiscales, etc., saben que lo que estaría diciendo es falso? De entrada, la situación es sumamente artificial, por no decir ininteligible.

¿Qué significado y qué interés tendría mentir en semejantes circunstancias? Más que una mentira lo que tenemos aquí es una parodia de mentira. Dudas como estas hacen pensar que quizá podríamos encontrar razones suficientemente sólidas como para rechazar como viable la disociación del mentir y el tener la intención de engañar.

Veamos, pues, qué se puede decir al respecto. A mí me parece, en primer lugar, que se puede hacer ver que la situación ab initio está mal descrita cuando se dice que el hablante está “mintiendo descaradamente”, puesto que se reconoce al mismo tiempo que hay un sentido importante en el que no es él quien se está expresando, sino el delincuente que lo chantajea.

Este es un caso en el que tendría sentido afirmar que alguien habla a través de otra persona. Es por eso que no se le puede adscribir al hablante la intención de mentir, puesto que en cierto sentido no es él quien se está pronunciando. Esto no es muy difícil de hacer ver, porque ¿qué diferencia esencial habría entre la situación del ejemplo y otra en la que por tener el hablante una pistola puesta en su sien declarara que no fue testigo de ningún crimen? A partir del momento en que el acto de habla no es libre, la adscripción de intenciones automáticamente se modifica.

  1. No se puede, por lo tanto, afirmar que estamos frente a un caso en el que el hablante miente sin tener la intención de engañar a sus interlocutores, porque en cierto sentido no es él quién habla ( i.e.
  2. Su lenguaje es impuesto por otro hablante).
  3. Ahora bien, si aceptamos que hay un sentido en el que es el delincuente quien habla a través de la persona a quien tiene chantajeada o amenazada, entonces de inmediato nos volvemos a topar con la idea de que mentir sí entraña el intentar engañar a los demás, porque es claro que el delincuente, sí está, pretende engañar al jurado y al juez.

Así, pues, el ejemplo, tal como es presentado y utilizado, es insuficiente para romper la vinculación que se da entre la mentira y la idea de pretender engañar a los oyentes. En segundo lugar, creo que para que el ejemplo permitiera extraer en forma válida la idea de que la intención de engañar no está presente en el acto de mentir se tendría que hacer ver que es lógicamente imposible que hubiera alguien entre los oyentes que le creyera al hablante.

  • Pero esa imposibilidad no fue establecida.
  • Lo único que se establece es que el juez, los miembros del jurado, la policía, etc., de facto no le creen, pero no está excluida la posibilidad de que alguna de las personas en la sala acepte su versión, por la razón que fuera.
  • Alguien, por ejemplo, podría pensar que en el momento en que pasaron las cosas al hablante se le nubló la vista y entonces, efectivamente, él no pudo ver lo que estaba pasando a pesar de estar presente.

Siguiendo con el ejemplo, queda claro que la posibilidad lógica de que a pesar de haber estado allí el hablante no hubiera sido testigo del crimen no queda cancelada. En tercer lugar, me parece que dado el contraste tan marcado entre lo que el hablante afirma y lo que otras personas vieron ( i.e.

Quienes vieron que él era un testigo presencial del crimen), lo que habría que inferir es que en realidad el acto de habla del sujeto equivale a otra cosa que a una declaración de ignorancia de los hechos. Así, a través de la enunciación de algo que todo mundo de entrada sabe que es falso lo que el hablante parece estar diciendo es más bien algo como “Por favor, no me hagan declarar”, “Mi declaración no tiene ningún valor”, “Es obvio que no me estoy expresando libremente”, etc.

Casi podría decirse que en circunstancias como las del ejemplo lo único que el hablante no podría hacer sería mentir! Por último, quisiera decir que me parece obvio que la categoría de “mentira descarada” está siendo en general mal empleada. Desde el punto de vista del mentiroso toda mentira es una mentira “descarada”, puesto que el mentiroso conscientemente emplea una oración que sabe que es falsa.

  1. Por lo tanto, la idea de “mentira descarada” no se aplica a su acto de habla.
  2. Para quien sí tiene sentido la diferencia entre mentira común y mentira descarada es para el oyente: es porque el oyente está persuadido de que el hablante está mintiendo que lo que el hablante dice le parece una “mentira descarada”.

Pero es muy importante que el oyente no sepa, en el sentido estricto de ‘saber’, que el hablante está mintiendo, porque si él lo supiera entonces la mentira quedaría automáticamente bloqueada. ¿Qué pasaría en ese caso? La mentira ya no cumpliría su función, que es obviamente la de engañar al oyente.

De hecho, más que de calificarlo como ‘descarado’ habría que decir de quien miente cuando su interlocutor sabe que miente que es un tonto, puesto que estaría intentando engañar a alguien que tiene cómo neutralizar su “pseudo-información” y que, por lo tanto, es inmune a su engaño. Si lo que he dicho es acertado, podemos inferir que no se ha demostrado que se pueda desligar la idea de mentir de la idea de pretender engañar o de tener la intención de engañar al oyente.

Desde mi perspectiva, como ya dije, intentar eso es como pretender desligar la idea de conocimiento de la idea de justificación. Pienso que los “contra-ejemplos” que se dan aparentemente logran su cometido sólo porque constituyen descripciones fantásticas, mutiladas o declaradamente absurdas de situaciones.

En casos así sí se puede efectuar el corte conceptual que algunos piensan que se debería reconocer. Este punto es interesante porque nos lleva al núcleo del concepto de mentira, respecto del cual quisiera decir unas cuantas palabras. III. Utilidad y peligros del mentir Debería ser evidente que si nuestro lenguaje incorpora un verbo como ‘mentir’ es porque éste es absolutamente imprescindible en la vida humana.

Pensar que podría haber un mundo en el que los usuarios del lenguaje en ese mundo no tuvieran que recurrir a dicho verbo es algo tan fantasioso, en el peor de los sentidos de la palabra, como pensar que podría haber un mundo en el que los usuarios del lenguaje en ese mundo no usaran nunca la negación o que no dijeran nunca algo falso.

Así de absurdo es pensar que el verbo ‘mentir’ y palabras de uno u otro modo vinculadas a él podrían no formar parte de nuestro léxico. Mentir es un juego de lenguaje como cualquier otro y, por lo tanto, cumple una función benéfica en multitud de circunstancias. Mentir es algo que los hablantes hacen, es una práctica, una forma de vida.

‘Mentir’, por lo tanto, es un instrumento lingüístico crucial en la vida humana. No hay más que pensar un momento en todo lo que nos estaría faltando, en todo lo que no podríamos hacer, en la cantidad inmensa de situaciones problemáticas que no podríamos eludir si no dispusiéramos del verbo ‘mentir’ para ipso facto darnos cuenta de la importancia del concepto de mentir en nuestras vidas.

  • Mentir, como acabo de decir, es una técnica (lingüística) y, como cualquier otra dicha técnica puede ser empleada para bien o para mal, signifique eso lo que signifique.
  • O sea, la interiorización de la práctica no garantiza que siempre se haga un uso positivo de ella.
  • Alguien de manera espontánea podría protestar exclamando que no puede haber “usos positivos de mentiras”.

Yo creo que no tendríamos que ir muy lejos para refutarlo. En verdad, sólo un rigorista de corte kantiano podría intentar negar la utilidad del mentir sin darse cuenta de que el intento mismo de hacerlo le estaría automáticamente poniendo límites a la validez de su teoría ética o, para decirlo con todas sus palabras, a la validez del imperativo categórico como regla suprema para medir el valor moral de una acción.

Ejemplos tanto imaginarios como reales de la utilidad del mentir abundan. Considérese el caso de un delincuente que asalta en la calle a una persona y exige que le entregue todo su dinero. La persona en cuestión mete la mano en el bolsillo derecho, saca unos billetes, se los entrega y el delincuente se va contento y convencido de que había logrado extraer de su víctima todo su dinero.

Lo que esta, sin embargo, no le dice es que en su bolsillo izquierdo llevaba diez veces la cantidad de dinero que le entregó cuando le dijo que era todo lo que tenía. Es obvio que el sujeto mintió, pero ¿se atrevería alguien con un mínimo de sensatez a decir que hizo mal en mentirle al asaltante? Sinceramente, no lo creo.

  • Demos otro ejemplo.
  • Un niño de, digamos, 5 años, corre peligrosamente a lo largo de una azotea.
  • Alguien lo ve y para evitar que se caiga y se mate lo llama prometiéndole que le va a comprar un chocolate.
  • El niño entonces se acerca y la persona en cuestión lo toma de la mano, lo pone a buen resguardo, lo regaña severamente y, a manera de castigo, no le da ningún chocolate.

Ciertamente, la persona que evitó que el niño muriera lo engañó puesto que no le dio lo que le había prometido, pero ¿podría alguien decir que hizo mal al engañarlo? ¿Cómo podría ser una mala acción mentir para salvar a un niño de un peligro inminente? Dado que ejemplos como estos se pueden reproducir por miríadas, sinceramente, no creo que la idea de que mentir es siempre una acción condenable resista el examen.

Es muy importante entender que el mentir es, como dije, un instrumento por lo que, como todo instrumento, puede tener tanto un uso perfectamente justificado o justificable como uno imposible de justificar. Lo que quiero decir es que mentir en sí mismo es éticamente neutro. Lo que determina el status moral del mentir son las razones que se tienen o que se puedan ofrecer para justificar la mentira en cada caso particular.

Es quizá probable que, por su propia naturaleza, en la mayoría de las veces mentir sea una acción reprobable, pero lo importante es entender que eso no se puede establecer a priori para todos los casos. Podríamos quizá expresar la idea de este modo: puede ser que mentir de entrada no sea aceptable, pero su justificación no es excluible a priori,

Salvo en casos un tanto extraños, el hablante normal no miente por el mero gusto de mentir. En principio, todo hablante que miente lo hace por alguna razón. Lo que complica el asunto es, evidentemente, que en numerosísimas ocasiones puede hacerse ver que las razones que se ofrecen para justificar la mentira son malas razones, pero en todo caso eso sólo puede quedar establecido empíricamente, esto es, ex-post facto,

De todos modos, cabe preguntar: si para todo caso de mentira se podría en principio ofrecer alguna razón que permitiera justificarla: ¿por qué no podemos o nos resulta tan difícil desprendernos de la idea de que mentir es algo esencialmente condenable? ¿Se trata acaso de un mero prejuicio de nuestra parte, por ejemplo de un prejuicio en favor de la verdad? Presentado de esa manera sería un tanto difícil armar un caso en contra del mentir.

El asunto, evidentemente, no es de psicología. Yo pienso que el problema radica en algo distinto, a saber, en algo que tiene que ver con el aprendizaje del lenguaje. Cuando un ser de nuestra especie aprende a hablar, lo que aprende es a usar las palabras para decir cómo son las cosas, O sea, lo que en primer lugar se nos enseña cuando aprendemos a hablar es a decir la verdad o, como se dice, a hablar con la verdad,

Este proceso es fundamental, porque es sobre la base del aprendizaje del lenguaje que se refuerzan los vínculos entre las personas. La comunicación se funda en la confianza generalizada que se genera con el uso espontáneo o de arranque del lenguaje. El verbo ‘mentir’ sólo puede empezar a ser empleado por el hablante cuando éste ya domina suficientemente el lenguaje.

  1. Es evidente que mentir es algo que vendrá a incrustarse o sobreponerse al uso natural o normal del lenguaje y de alguna manera mina o debilita nuestra plataforma lingüística inicial.
  2. Así entendido, aunque reconocemos que podría haber una justificación para cualquier mentira, comprendemos también que salvo de manera excepcional mentir equivale prima facie a deshacer o romper vínculos entre las personas.

Esto nos resulta obvio tan pronto caemos en la idea de que el lenguaje, con todo lo que él acarrea, no podría arrancar a base de mentiras. Si mentir fuera, por así decirlo, una necesidad orgánica, el lenguaje desaparecería. Si los padres no tuvieran bases para creer lo que sus hijos les dicen o, peor aún, pensaran que sus hijos los engañan todo el tiempo, la relación entre ellos simplemente se derrumbaría.

En otras palabras: mentir es en primera instancia condenable porque atenta contra vínculos fundamentales entre los seres humanos en la medida en que tiende a alterar el modus operandi normal del lenguaje y eso, sin duda alguna, tiene graves consecuencias. Una razón por la que el recurso a la mentira es peligroso se debe simplemente a que se trata de un expediente que muy fácilmente puede convertirse en un hábito lingüístico reforzando así conductas en principio anti-sociales.

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El problema es que la frontera entre una mentira defendible y la mentira sistemática es apenas perceptible y es muy fácil de cruzar. Quien miente una, dos, tres veces termina mintiendo por mentir, desvirtuando así la técnica lingüística del mentir. Es importante entender que en principio mentir es un mecanismo ideado para salir de aprietos, evitar peligros, resolver problemas y cosas por el estilo.

O sea, un hablante normal que en algún momento dado, en una situación determinada se ve forzado a mentir ofrece sus razones, se justifica y sigue adelante usando el lenguaje de manera normal, en tanto que quien transforma la técnica del mentir en una práctica miente por mentir, es decir, ya sin necesidad alguna de mentir.

Quien evoluciona en esa dirección es alguien que ya deformó su técnica lingüística y desde luego alguien que vició ya de raíz sus relaciones con los demás. Quien miente sistemáticamente le miente a sus adversarios, rivales, enemigos, etc., pero también a sus padres, amigos, parientes y demás.

Por eso es aconsejable mentir lo menos posible. En resumen: mentir es una técnica lingüística más, por lo que en sí misma es éticamente neutra, pero es de entrada una práctica sospechosa por sus potenciales efectos negativos en la comunicación y en las relaciones humanas. Es evidente a priori que la práctica de la mentira no se puede generalizar y que el lenguaje se auto-bloquearía si se pretendiera hacerlo arrancar a base de mentiras.

La carga moral de la mentira, por lo tanto, recae sobre las razones que se ofrezcan como su justificación. IV. Engañar y desorientar Es obvio que hay vínculos interesantes y no del todo fáciles de sacar a la luz entre los conceptos de mentir, engañar y desorientar, aunque obviamente tienen aplicaciones que son claramente diferenciables.

Para desentendernos por el momento del mentir, podemos contentarnos con la definición de ‘mentir’ como ‘deliberadamente no decir la verdad’, independientemente de los objetivos que se persigan al mentir. Así entendido el mentir, de inmediato nos damos cuenta de que tanto engañar como desorientar son prácticas lingüísticas mucho más sofisticadas y, por así decirlo, refinadas que el burdo mentir.

Ahora bien, para nosotros aquí se complican un poco las cosas porque a las dificultades conceptuales tenemos que añadir algunas complicaciones lingüísticas propias de la lengua española. El verbo ‘engañar’, por ejemplo, tiene dos sentidos, sentidos que en inglés quedan recogidos respectivamente por los verbos ‘ deceive ‘ y ‘ mislead ‘.

En ambos casos en español hablamos de “engañar”, pero ciertamente podemos querer decir cosas muy diferentes por medio de una y la misma palabra. Por una parte, a alguien se le engaña cuando se le miente y el receptor de la mentira le da, por así decirlo, el visto bueno a la falsa información. Un padre, por ejemplo, podría decirle a su hijo: “Me engañaste.

Me dijiste que habías pasado los exámenes y reprobaste”. En este primer caso, ‘engañar’ quiere simplemente decir: ser objeto de una mentira exitosa, es decir, el hablante mintió, el oyente le dio crédito a una falsedad y, por lo tanto, generó una creencia falsa (‘ he was deceived ‘).

Pero hay también otro sentido de ‘engañar’, como cuando el hablante logra generar en el oyente una creencia falsa pero no por medio de una mentira, sino por medio de un enunciado verdadero, de una verdad. O sea, contrariamente a lo que pasa con mentir, en el caso del engañar es tan factible engañar o ser engañado (según la perspectiva) tanto con la mentira como con la verdad.

Es a esto último a lo que se le llama ‘desorientar’ o ‘hacer creer’. En este segundo sentido, ‘me engañaste’ significa lo mismo que ‘me desorientaste’ o, de manera más coloquial, ‘me hiciste creer algo que no era el caso; no me mentiste, pero me engañaste’ (‘ I was mislead by what you said ‘).

  1. Así, pues, engañar en el sentido interesante es inducir una creencia falsa en alguien a través de una verdad,
  2. ¿Es eso algo que realmente se dé? A mi modo de ver es de lo más común, como intentaré hacer ver a través de un par de ejemplos.
  3. Consideremos el siguiente ejemplo imaginario.
  4. María es novia de Juanito, pero no sabe que su amiga Luisa está perdidamente enamorada de él.

Ésta sabe que no puede romper la relación entre María y Juanito, pero está convencida de que puede contribuir a su deterioro. Entonces una tarde platicando le dice a María: “¡Qué éxito tiene tu novio con las mujeres!”. Supongamos que María es una persona insegura y entonces interpreta lo que Luisa le dice como si ésta le estuviera transmitiendo genuina información en forma discreta.

Ahora bien, es perfectamente imaginable que María no hubiera mentido, porque de hecho Juanito, por sus cualidades personales (es bien parecido, es buen conversador, da buenos consejos, no es mal intencionado, es simpático, se sabe muchos chistes, etc.) sería alguien de mucho éxito con las mujeres. María, sin embargo, cae víctima de una creencia falsa, porque lo que ella cree ahora, inducida por Luisa, es que Juanito tiene muchas aventuras y que la está traicionando con otras mujeres.

Así, ella es engañada por alguien que, aprovechando astutamente un contexto particular, le dice algo que es verdad, pero que la desorienta, esto es, la encamina por la vertiente de las creencias falsas. Eso es engañar con la verdad y en eso consiste el desorientar.

  • Por lo pronto a nuestra convicción de que si se miente se engaña podemos añadir la de que no es cierto que si se engaña entonces también se miente.
  • Eso es precisamente lo que no tiene por qué ser el caso puesto que, como lo aclaramos al principio, engañar es más básico que mentir.
  • Ahora bien ¿cómo se produce el fenómeno del engaño en su versión de desorientación? Es obvio que la desorientación sólo puede producirse si se está en el contexto apropiado para ello.

Pero ¿cuál es ese contexto? Son incontables los contextos de relaciones humanas en los que un hablante pueda querer desorientar a otro. Eso es algo que uno intentaría hacer si tuviera celos, envidia, resentimientos, deseos de diversa índole, objetivos ocultos, si se es diplomático, agente secreto, hombre de negocios, alumno, vendedor de seguros y así indefinidamente.

  1. O sea, en prácticamente cualquier contexto discursivo cualquier hablante puede en principio querer generar en su interlocutor creencias falsas sin mentir, es decir, usando verdades.
  2. Ahora bien, el juego de lenguaje de la desorientación no es tan simple, es decir, no es un juego de lenguaje del cual automáticamente cualquier hablante pueda hacerse usuario.

Se requieren habilidades lingüísticas desarrolladas, cierta clase de astucia, claridad de objetivos, sentimientos muy bien definidos, etc. El juego de lenguaje de la desorientación es un poco como el juego de lenguaje del contrapunto o de la teoría de conjuntos: no todos toman parte en ellos.

Pero dejando de lado este aspecto del asunto, hay otro que quisiera resaltar y que tiene que ver más bien con las personas qua hablantes. Me refiero a lo que podríamos llamar las ‘etapas de la desorientación’. Primero, quien engaña desorientando a un interlocutor usa una oración verdadera; segundo, el oyente tiene la opción de tomar lo que se dijo literalmente o interpretarlo.

Tercero, si el oyente toma lo que se le dijo literalmente, entonces el acto lingüístico de desinformación falló. En nuestro ejemplo, se trata tan sólo de una observación sobre Juanito. Por último, si lo que se produce es desorientación lo que sucede entonces es más bien que el hablante le apuesta a que, por el contexto de la conversación, su conocimiento del interlocutor y el trasfondo de los hechos, su oyente/receptor del mensaje optará por interpretar lo que él dice de una manera acorde a su situación personal (sus sentimientos, sus tendencias, su estado anímico, etc.).

Si opta por interpretar lo que se le dijo, entonces (por así decirlo) cayó en la trampa, puesto que de ahí en adelante habrá hecho suya una creencia falsa. Empero, lo interesante del caso es que lo que la víctima de la desorientación ahora cree no es necesariamente lo que el hablante dijo. Siguiendo con nuestro ejemplo, María sólo insinuó algo y era prerrogativa de Luisa qua oyente aceptar la insinuación o conformarse con tomar al pie de la letra lo que el hablante dijo.

¿Cómo se le llama a la persona que es especialista en inducir en la gente creencias falsas a través de verdades? Se les llama ‘insidiosos’ y ‘pérfidos’. Moralmente, desde luego que los insidiosos y los pérfidos son en general reprochables, pero es indudable que verbalmente tienen que ser muy hábiles.V.

Mentir y moralidad Yo sería de la opinión de que podemos corregir de lo que hemos dicho que el carácter moral del mentir es, si no contradictorio, por lo menos sumamente complejo y quizá no esté de más empezar por señalar que lo que puede tener un cariz moral no es una mentira sino la acción de mentir, esto es, algo que un hablante hace o puede hacer.

Una mentira es simplemente una oración falsa usada deliberadamente por alguien que tiene un objetivo preciso para emplearla durante una conversación, de manera que una mentira en sí misma no tiene ningún status moral. Por otra parte, lo que hemos expuesto deja en claro que es lógicamente imposible catalogar a priori y de una vez por todas el mentir como una acción moralmente condenable, por la sencilla razón de que son múltiples las ocasiones en las que mentir es precisamente lo que se debe hacer.

Si unos sicarios entran al salón buscando a una persona para hacerle daño, le preguntan al profesor si la persona a la que señalan se llama de tal y cual manera y el profesor miente, de entrada diríamos que lo que el profesor hizo es correcto. Hay desde luego situaciones imaginables en las que, si nos dejamos llevar por las apariencias, la acción de mentir por parte del profesor sería criticable, 3 pero aceptemos que en condiciones normales mentir sería en casos así una acción laudable.

La moraleja es simple: no podemos determinar a priori, en cada caso de acción mentirosa, si la acción es loable o condenable. Para ello, necesitamos conocer la situación así como las razones de los hablantes involucrados. Por otra parte, es innegable que aunque íntimamente relacionados, el mentir, el engañar y el desorientar no tienen el mismo valor moral.

  1. Supongamos que un hablante tiene intenciones aviesas respecto a un conocido suyo a quien quiere ganarle un negocio y que intenta, primero, desorientarlo, posteriormente engañarlo y, por último, cuando se encuentra con él, le miente.
  2. Las tres acciones son condenables, pero su grado de maldad es diferente aunque sea por lo siguiente: en su intento de desorientarlo y de engañarlo, el hablante puede en todo momento fallar, pero en lo que no puede equivocarse es en mentirle.

El oyente puede ser lo suficientemente inteligente como para bloquear la desorientación y el engaño, pero él no puede hacer nada frente a la mentira. Es factible desorientar a alguien sin darse cuenta, por ejemplo. Eso se vería posteriormente al hacer aclaraciones.

El hablante podría decir algo como: “No, pero lo que quise decir fue “. Y aunque es menos fácil imaginar una situación semejante con el engaño, de todos modos es lógicamente posible: es imaginable que alguien engaña a una persona sin querer hacerlo, por error, por ejemplo porque el agente le da el documento importante a la persona equivocada y entonces la engaña sin pretender hacerlo.

Cosas así pueden suceder, pero lo que ciertamente no puede pasar es que el hablante le mienta a su interlocutor sin saber que le está mintiendo. Uno podría ciertamente transmitir “información falsa” sin saber qué es eso lo que está haciendo, pero lo que no podría pasar es que el hablante mintiera, por así decirlo, inconscientemente, sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, como si quisiera decir una cosa pero de su boca saliera un enunciado diferente.

Esa posibilidad no la reconocemos. La expresión ‘todo acto de mentir es consciente y deliberado’ es una verdad gramatical, no un descubrimiento empírico (esto, obviamente, no vale para mentiras forzadas). Lo que eso significa es simplemente que ‘mentir inconscientemente’ no tiene sentido, no es una expresión que se pueda usar significativamente.

Pero eso tiene consecuencias respecto al valor moral del mentir: el mentir (en condiciones normales, desde luego) no tiene excusas. Yo puedo afirmar, hablando con amigo: ‘Discúlpame, sin quererlo te engañé, porque lo que yo quería decir era’, pero no puedo decir ‘Discúlpame, porque te mentí sin darme cuenta de que te estaba mintiendo’.

Eso no tiene sentido. La implicación de estas consideraciones es simplemente que si un hablante miente y su acto de mentir es condenable (porque no tiene justificación), entonces no hay forma de eximirlo de su culpabilidad, de redimirlo. El mentiroso, salvo cuando se logra demostrar que su mentira sirvió para salvar a alguien, para rescatar a alguien, para evitar una injusticia, etc., no queda nunca moralmente limpio, puesto que siempre habría estado consciente de que estaba actuando mal y, sobre todo, de que en principio podía haber actuado de un modo diferente.

La evaluación del mentir resulta ser un asunto sumamente complicado, porque muy pronto nos damos cuenta de que de hecho en la vida cotidiana real es prácticamente imposible no mentir, que los hablantes mienten permanentemente, en las más variadas circunstancias y que hay toda una gama abierta de atenuantes y justificaciones de la acción mentirosa.

  1. Es vital entender, primero, que ‘mentir’ es un instrumento y, por lo tanto, se puede hacer tanto un buen uso como un mal uso de él.
  2. O sea, mentir no es esencialmente malo, salvo cuando no tiene en lo absoluto la más mínima justificación.
  3. Pero pensar que mentir es siempre condenable es un prejuicio del que debemos desprendernos.

Y, segundo, con simplemente examinar las situaciones por las que uno pasa a lo largo de un día basta para entender que no podríamos vivir sin ese instrumento. Demos un par ejemplos. A) Un profesor sale de la Facultad al terminar su clase y se dirige con ansiedad a ver a un amigo que acaba de llegar del extranjero y que no ha visto en mucho tiempo.

Cuando está por abordar su auto, un colega lo interpela para preguntarle sobre algún evento que habría de realizarse la semana siguiente en la Facultad. El sujeto se ve un tanto inquieto y entonces su conocido le pregunta: ¿tienes prisa? Como el sujeto no quiere ser rudo con su colega pero como tiene razones para apresurarse, le dice algo como: “Sí, mira, tengo que ir al hospital y me están esperando.

Nos vemos mañana y te digo qué pienso sobre eso”. El sujeto ciertamente miente pero, sin haberle hecho daño a nadie, su mentira le sirve para sortear un obstáculo que le impedía irse lo más pronto posible a ver a su amigo. Mentir le sirvió para superar un pequeño escollo, resolver una pequeña dificultad.

Situaciones como esas se producen todo el tiempo. B) Un sujeto invita a un amigo a cenar. El invitado sabe que su anfitrión gusta de beber alcohol y que fácilmente se molesta cuando no comparten con él la bebida. El problema es que el invitado definitivamente no quiere ingerir alcohol esa noche. Estando ya sentados a la mesa el anfitrión le ofrece a su amigo algo de tomar y entonces éste le responde que desafortunadamente no puede acompañarlo porque “está tomando antibióticos”.

Supongamos que su amigo acepta de buena gana la explicación, ya no insiste y la cena se desarrolla en una buna atmósfera. El hecho es que el invitado mintió, pero es fácil imaginar por qué lo hizo: no quería tener una discusión exasperante con su amigo, quería pasar un buen rato con él, no tenía el menor deseo de tomar ese día, etc.

  1. Mentir como lo hizo era el expediente fácil para salir del apuro.
  2. ¿Hizo mal? ¿Debió haberle dicho a quien lo estaba invitando que no quería compartir con él lo que le estaba ofreciendo a sabiendas de que eso podría generar una molestia, arruinar la cena, etc.? Prima facie, no.
  3. Tal como considero el asunto, lo problemático con el mentir radica, primero, en que nunca es totalmente transparente la determinación de si mentir es inocuo o no, de si está justificado o no, si valía la pena o no; y, segundo, que es muy fácil transitar de la utilización de un mecanismo para sortear un obstáculo a convertir dicho mecanismo en un hábito, de manera que quien a él recurre termina por convertirse en un mentiroso total.
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El peligro consiste en que es en verdad muy fácil transformarse en alguien que miente sistemáticamente pero eso ya tiene otras implicaciones, tanto vitales como morales, todas ellas indeseables y que desde luego debemos a toda costa tratar de evitar.

El problema real es: ¿cómo vivir sin mentir nunca? ¿Habrá habido alguien en la historia de la humanidad que nunca haya mentido? Lo menos que podemos decir es que ello no es verosímil. VI. Consideraciones finales Parte del problema con mi punto de vista es que podría sentirse que lo que en el fondo estoy haciendo es elaborar una apología del mentir.

Pienso que eso sería una crítica injusta. Lo que pasa es que yo pienso que la vida humana es mucho más compleja de lo que permite entrever una fácil dicotomización de “decir la verdad/bueno y “mentir/ malo”. Yo sé perfectamente bien que un porcentaje inmenso de las mentiras que los hablantes emiten diariamente son tan superfluas como injustificables, pero sé también que en muchas ocasiones mentir puede ser un instrumento utilizado en favor de la vida, de que ésta fluya sin demasiados obstáculos, barreras, cortes.

De hecho, creo que en principio se podría establecer toda una taxonomía de mentiras (superfluas, piadosas, crueles, descaradas, etc.), desarrollar una fenomenología del mentir (¿hay algo así como la experiencia del mentir, alguna emoción especial quizá?) y efectuar un análisis gramatical de “mentira” y nociones con ella vinculadas (‘Mientes’, ‘él mintió cínicamente’, ‘yo no recuerdo haber mentido’, ‘ella no reconoce que mintió’, ‘todos ellos son unos grandes embusteros’, etc.).

Dada la complejidad de la temática, una investigación así es forzosamente material propio de otro trabajo. Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons

¿Cómo se produce el engaño?

GENERACIÓN DEL ENGAÑO Y SUS MANIFESTACIONES – PROCESO La falsedad y el engaño son cuestiones de interacción social entre dos o más interlocutores. El proceso del engaño implica percatarse de la situación que nos “requiere” engañar, decidir engañar, inhibir la verdad, elaborar o idear la información falsa y producir el engaño.

  • Este proceso implica tres tipos de actividad cerebral (emocional, cognitiva y de control conductual), que se producen simultáneamente, y que pueden generar una serie de manifestaciones que nos sirvan de indicios sobre si la persona que nos habla puede estar intentando engañarnos.
  • Actividad emocional que puede generar reacciones tales como la excitación por el beneficio que podríamos obtener al salir con éxito del engaño, el miedo a ser descubiertos o la culpabilidad.

En el primero actuaría el sistema cerebral de expectativa de refuerzo, motivacional, o Activación Conductual BAS (Behavioral Activation System). En el caso del miedo o la culpabilidad están implicados los sistemas cerebrales de ataque, la huida y la inhibición conductual o evitación.

– Actividad cognitiva alta que se produce al tener que inhibir la información verdadera que es la que tenemos almacenada en la memoria y elaborar una información falsa. Esta es la razón por la que nuestros gestos y movimientos se ralentizan, paralizan o se pierde el control sobre ellas generando lo que llaman Indicadores cognitivos de la mentira,

– Actividad de gestión y control conductual al inhibir nuestras reacciones tanto verbales como no verbales para no ser detectados, y ajustar nuestro discurso y nuestros gestos, postura, tono de voz etc., para producir en quien nos escucha la impresión de que estamos diciendo la verdad.

  • Este “sobre-control” de nuestra conducta puede dar lugar a comportamientos rígidos y faltos de espontaneidad.
  • LA DETECCIÓN DEL ENGAÑO En primer lugar, habría que decir que no existe en la actualidad ninguna técnica, instrumento o sistema que permita saber de forma infalible si alguien está intentando engañar.

Sin embargo, sí existen indicadores de mentira que se puede observar y recopilar cuando se sospecha que una persona puede estar intentando engañarnos. INDICADORES Los indicadores son señales que emitimos ante la situación de mentir o engañar. Pueden ser intencionales, fundamentalmente verbales, generados por parte de la persona mentirosa para controlar estratégicamente su conducta y así aumentar la probabilidad de éxito de su engaño, o bien involuntarios, originados como consecuencia del conflicto emocional entre el deseo o la necesidad de engañar y el temor a ser descubiertos, y el esfuerzo cognitivo que supone.

A lo largo de la historia diferentes situaciones y culturas han intentado detectar el engaño basándose en ciertas respuestas o manifestaciones que delataran al mentiroso. Tras diversos estudios, podríamos concluir que existen tres tipos de indicios para detectar el engaño: verbales, no verbales y fisiológicos.

Indicadores verbales Como ejemplos de Indicadores verbales de la mentira podríamos mencionar: la comunicación intencionadamente vaga, la utilización excesiva de generalizaciones, uso frecuente de modificadores del lenguaje como “la mayor parte de las veces”; “frecuentemente” ; el uso de un lenguaje menos directo y más distante, la aportación de información irrelevante en el mensaje, la comunicación evitativa, la utilización de frases hechas, el incremento excesivo de la información, la actitud sospechosamente cooperativa, la utilización de frases en negativo, el uso de mayores referencias grupales y menores auto-referencias o el uso de pronombres personales (p.ej., “nosotros”, frente a “yo” o “mi”), la tendencia a la repetición de palabras o frases incluso dentro de una misma oración, o bien de uno o varios detalles de información e incluso un mismo argumento; el discurso que contiene un menor número de detalles, cuando se responde más indirectamente a las preguntas Indicadores no verbales Entre los Indicadores no verbales de la mentira para la detección del engaño podríamos citar: un tono de voz más elevado, menos movimientos expresivos de brazos, manos y dedos; menos movimientos de piernas y pies, empleo de menos ilustraciones, más pausas en el discurso, falta de sincronía en los patrones faciales con la expresión emocional veraz, respuestas menos plausibles y convincentes (De Paulo et al., 2003; Strömwall, Granhag y Hartwig, 2004.

  1. Otro indicio será la falta de congruencia entre la emoción esperada y la emoción expresada.
  2. En estados de alta intensidad emocional, la expresión emocional será muy difícil de ocultar, apareciendo, en la mayoría de los casos, determinadas expresiones faciales, microexpresiones ‘ y/o expresiones sutiles de la emoción realmente sentida.

Indicadores fisiológicos Como ejemplos de Indicadores fisiológicos de la mentira podríamos citar las variaciones en la presión arterial, el ritmo cardíaco la frecuencia respiratoria y la respuesta galvánica o conductancia de la piel. Estas respuestas se generan ante determinadas preguntas y pueden estar relacionados con distintas causas, por ejemplo que el decir la verdad esté automatizado como respuesta, el miedo al castigo o a las consecuencias, el conflicto interno a nivel moral de decir la verdad, la motivación a no ser descubierto, el remordimiento, en respuesta a un estímulo (pregunta) intimidante o amenazante etc.

La intensidad en una manifestación varía en función de distintos factores como la personalidad del sujeto (emocional/racional), inteligencia (alta/baja), conducta social (obediente/desobediente), grado de miedo a las consecuencias, posibilidad de ser descubierto, gravedad de la falta cometida, experiencias previas respecto al hecho de metir, todas ellas condicionan la respuesta.

La mentira o el engaño no genera reacciones por sí mismas, sino que son las circunstancias en las que se generan las puede producir efectos fisiológicos. La idea sería poder someter al sujeto a determinadas circunstancias para generar unas respuestas concretas que puedan ser observadas y analizadas.

Los métodos actuales para la detección del engaño han sustituido los métodos rudimentarios por otros con un mayor rigor científico pero aún existe una escasa investigación en relación a su validez o exactitud en relación con la detección del engaño y son múltiples los factores que pueden afectar a la validez de un testimonio.

Así por ejemplo en una toma de declaración policial podrían afectar los errores de omisión y de comisión, factores situacionales, factores del testigo, las condiciones en las que se toma la declaración (tipo y orden de preguntas, tiempo transcurrido, capacidad de los policías), Ruiz-Vargas, J.

  1. 1991), Una persona que dice la verdad puede mostrar también “indicadores de engaño”, debido al miedo / indignación a que no se la crea, sentimientos de culpa por “otra” cosa “mala”, errores propios de la memoria,,
  2. En cualquier análisis de un engaño hay que analizar los indicadores verbales, no verbales y fisiológicos junto con el contexto que sustentaron el discurso, teniendo en cuenta que la decisión de si una persona engaña debe ser considerada como una interpretación que deberá corroborarse con otros datos y pruebas que se puedan reunir.

Según investigaciones recientes de Dr Timaothy R. Levine, parecen mostrar que en el engaño, el contenido verbal en el contexto es mucho más importante que los comportanmientos no verbales. Todas las comunicaciones y sobre todo el engaño, tiene lugar en un contexto físico y social más amplio y la comunicación, sacado de contexto es a menudo engañosa.

Dado que la investigación del engaño suelen ignorar el contexto, muchos hallazgos no se generalizan a la comunicación en entornos ajenos a la investigación. Otro estudio de investigación realizado sobre cómo la gente realmente detecta las mentiras, se llegó a la conclusión de que los engaños se detectan mejor transcurrido un tiempo desde que sucedieron los hechos.

Parque, Levine, McCornack, Morrison y Ferrara (2002) TÉCNICAS Y HERRAMIENTAS UTILIZADAS PARA LA DETECCIÓN DEL ENGAÑO Polígrafo o a través de una herramienta se trata de una técnica que consiste en registrar las variaciones de la presión arterial, el rítmo cardíaco, la frecuencia respiratoria y la respuesta galvánica o conductancia de la piel, entre respuestas “verdaderas” y aquellas en las que se “miente”.

  • Resulta interesante el estudio de Clifton (1991) acerca de las contramedidas físicas, psicológicas o cognitivas y farmacológicas que pueden utilizarse para alterar el resultado del polígrafo,
  • GKT (Guilty Knowlwdge Test) o Test de Conocimiento Culpable/ o prueba de info oculta desarrollada y descrita en diversas publicaciones por Lykken (1959, 1960, 1988, 1991, 1998).

El GKT se basa en el reflejo de orientación estudiado por autores como (Paulov, 1927; Sokolov, 1963), que se produce para facilitar una respuesta adaptativa ante determinados estímulos (Sokolov, 1963), Este reflejo ocurre cuando alguien se enfrenta a un estímulo novedoso, conflictivo o personalmente significativo para el individuo (Lynn, 1966),

  • Según autores como Vrij (Vrij, 2008), esta teoría se puede utilizar para detectar el engaño.
  • Los estímulos producen reacciones en la dilatación pupilar, un aumento de la actividad electrodermal (Nakayama, 2002), disminución de la tasa cardiaca ( Verschuere, Crombez, de Clercq y Koster, 2005 ), en la respiración y en la amplificación de las ondas cerebrales P300 medidas a través de los EEG( Rosenfeld, 2002 ) y que podrían suponer indicios para detectar el engaño.

VSA (Voice Stress Analysis) o Analizador de Estrés de Voz Al hablar, los músculos de la garganta y la laringe producen unas vibraciones. La detección del engaño sería posible observando las variaciones en los patrones de la voz. En situaciones de estrés el cuerpo se prepara para la lucha o huida, cambiando su actividad muscular para adaptarla en términos de respuesta inmediata a la nueva situación.

Todos los músculos sufren cambios importantes, incluidos los de la garganta y la laringe afectando a las vibraciones de las cuerdas vocales y a su frecuencia. La activación que experimenta un individuo al mentir generaría una tensión que haría que dichas vibraciones desaparecieran. Existen distintas herramientas para detectar las respuestas fisiológicas con el análisis de la voz, basados en los cambios de intensidad, la frecuencia, el tono, armónicos o microtemblores producidos en la voz: PSE (Psichological Stress Evaluator) o Evaluador del Estrés Psicológico.

PSA (Psichological Stress Analysis) Analizador de Estrés Psicológico. SVA (Voice Stress Analysis) o Analizador de Estrés de Voz. CVSA Analizador de Tensión de Voz Computorizado. LVA (Layered Voice Análisis) Analizador de voz por capas. Termografía facial Se trata de una técnica que permite visualizar y cuantificar los cambios en la temperatura superficial de la pie a través de una imagen termográfica emitida desde la superficie de la piel.

  • Un estudio realizado demostró que ante situaciones en las que un sujeto realiza un esfuerzo mental (tareas difíciles, al ser evaluado, al mentir o engañar), se producen cambios térmicos faciales, principalmente alrededor de los ojos ( Pavlidis, Eberhart y Levine, 2002 ).
  • La electroencefalografía (EEG) La electroencefalografía utiliza la actividad coordinada de miles de neuronas que produce diferencias de potencial en el cuero cabelludo.

La actividad se registra utilizando electrodos repartidos por la cabeza en conjunción con amplificadores de señal que permiten saber en qué zonas de nuestro cerebro se está produciendo mayor actividad. fMRI: Resonancia Magnética Funcional Se trataría de detectar la mentira a través de la medición de la actividad de determinadas estructuras y áreas del cerebro.

  • Supuestamente mentir exigiría mayor esfuerzo cognitivo que decir la verdad y consumiría mayores recursos.
  • El mayor esfuerzo conlleva mayor actividad en determinadas estructuras y áreas del cerebro con los consiguientes cambios en el flujo de sangre y consumo de oxígeno en esas zonas.
  • Esos cambios se pueden medir a través de las imágenes del escaner de esonancia magnética (fMRI).

La FMRI emplea como base la llamada “técnica de sustracción cognitiva” que consiste en que si una persona dice la verdad, se activarán ciertas áreas de su cerebro; pero si miente, se activarán posiblemente las mismas áreas de su cerebro, además de otras para inhibir determinadas acciones que pudieran delatarlo, como por ejemplo mostrar una expresión de miedo.

Sistemas de seguimiento ocular Existen diferentes tecnologías de medición, que a través de cámaras, rastrean entre otros factores el movimiento de los globos oculares, la dilatación pupilar (pupilometría) y el parpadeo. Son muy empleados para conocer los recorridos visuales de los sujetos y crear mapas de puntos calientes (donde la vista se detiene durante más tiempo).

Seguimiento del movimiento y reacciones de los ojos (teconología eye-tracking) está basada en el seguimiento del movimiento y reacciones de los ojos. Toma medidas de la reacción cognitiva del sujeto ante diversos estímulos, entre otros, la dilatación pupilar, el tiempo de respuesta, tiempo de lectura, tiempo de relectura y los errores.

Cuestionario de preguntas Utilizadas para un interrogatorio y que establecen distintas pruebas: la Test o prueba de la pregunta relevante-irrelevante (RIT), basadas en las investigaciones de Marston (1917)- que conlleva dos tipos de preguntas, relevantes (relacionadas) e irrelevantes (no relacionadas) y la comparación de las respuestas fisiológicas a ambas, y la prueba de la pregunta de comparación o pregunta control (CQT) basadas en las investigaciones de Reid (1947) para intentar controlar las diferencias intrapersonales que a nivel emocional puedan tener las preguntas.

Técnica asistida por drogas, Se trata de una técnica fundamentada por diversas investigaciones (Garchel,Smith y Kaplan, 1983) que consiste en administrar “propanolol” al entrevistado para aumentar la precisión para identificar a sujetos inocentes y sin aumentar los falsos negativos, sin provocar que inocentes fuesen considerados culpables ( en Raskin, 1994),

¿Qué significa soñar que engaño a mi pareja con su amigo?

Si sueñas que engañas a tu pareja con tu nuevo compañero de trabajo que es muy sexy, piensa que quizá no tiene nada que ver con lo que sientes por tu compañero, sino lo que él representa. Puede ser un signo de sensualidad y pasión, y es eso lo que debes buscar en tu vida real con tu pareja.